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5 negocios que podemos tener si somos grandes amantes de la cultura

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5 negocios que podemos tener si somos grandes amantes de la cultura

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Muchas veces, se tiende a pensar que el mundo de la cultura tiene una relación conflictiva con el desarrollo de actividades económicas. Pero esto no es así, y es posible tener un negocio relacionado a actividades culturales y que signifique un buen lucro.

El problema puede estar en pensar que los únicos que logran hacer dinero con productos culturales son las grandes empresas o las multinacionales que monopolizan el mercado. Algo que borra del mapa la posibilidad de los pequeños negocios dedicados a la cultura.

A continuación, compartimos información al respecto de cinco excelentes negocios que podemos tener como amantes de la cultura.

1. Librería

Este quizás se trate del negocio por excelencia de los amantes de la cultura, que suelen ser grandes aficionados a la lectura. De hecho, en muchos casos, tener una librería se trata de un sueño que tienen desde que leyeron los primeros libros.

Como el resto de las opciones que mencionaremos a continuación, requiere de una inversión inicial considerable, por lo que resulta una buena idea recurrir a préstamos personales confiables. De esta manera, podremos alquilar el local y comprar los primeros libros.

2. Videoclub

Aunque muchos crean que el mundo de los videoclubs murió luego de la disponibilidad masiva de opciones online, lo cierto es que esto no es realmente así. De hecho, es un terreno perfecto para montar un negocio que posea un diferencial.

Si las plataformas de streaming y las diversas páginas que ofrecen películas online parecen haber copado el mercado, una buena opción es buscar opciones que nos hagan distintos. Lo ideal sería conseguir materiales únicos que no sean de fácil acceso.

3. Café cultural

Otra excelente idea para empezar un negocio relacionado al mundo de la cultura es poner un café o bar cultural. Un espacio donde, además de la propuesta gastronómica, ofrezcamos shows, espectáculos e incluso muestras.

La idea del café cultural es muy buena en la medida en que podemos combinar varios tipos de producciones artísticas y culturales en un mismo espacio.  Esto hará que tengamos una oferta diversa dirigida a un público amplio.

4. Tienda de discos

De modo similar a lo que sucede con el cine y las plataformas online, en el mundo de la música también hay mucho contenido online. Pero lo cierto es que hay muchos aficionados a la música que gustan de tener discos en formato físico, como el vinilo.

Además, el público es enorme y diverso, por lo que podremos elegir entre un modelo abarcativo o uno de especialización. Sumado a esto, también podemos ofrecer otros productos, como merchandising de bandas y objetos relacionados a la música.

5. Negocio de cómics

Si bien una librería puede vender cómics, y de hecho muchas lo hacen, preferimos dedicar un espacio especial debido al tamaño de este mundo en particular. Esto también tiene que ver con que los fanáticos de estas publicaciones merecen una mención aparte.

De hecho, uno de los grandes atractivos del negocio está en su público, ya que este es uno de los más fieles dentro del consumo cultural. Una buena idea es aprovechar esto y organizar eventos especiales.

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Suelta de libros colectiva en la biblioteca municipal «Dr. Pablo Minellono»

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La Biblioteca Pública Municipal Dr. Pablo Minellono se adhiere a la “2º Suelta de Libros Colectiva de las Bibliotecas Argentinas» que se realiza esta semana, con motivo del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor.

Esta actividad conjunta tiene como finalidad promover la lectura, la circulación literaria y la generación de nuevos lectores, así como también la difusión de las bibliotecas.

Durante todo el día martes 23, se puede retirar un libro gratis de la puerta de la Biblioteca, Av. Gral. Paz y Alem. Te esperamos.

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Pardo, el pueblo donde Adolfo Bioy Casares encontró su propia voz

La familia del escritor tenía una estancia en la localidad. Allí solían pasar los veranos Bioy, su esposa Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges. Y en el pueblo fueron escritas varias joyas de la literatura argentina, entre ellas, “La invención de Morel” (1940).

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(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB). Dicen que el cielo de Pardo es el más limpio de la provincia de Buenos Aires y que de noche se ven las mejores estrellas. Seguramente en ese cielo estaba pensando Adolfo Bioy Casares cuando escribió “El calamar opta por su tinta”, en el que un bagre extraterrestre cae de visita en un pueblo que no parece tan distinto a ese del partido de Las Flores donde la familia Bioy Casares tenía su estancia “Rincón Viejo”.  Ese Pardo en donde Adolfo se casó con Silvina Ocampo en 1940, el año de la publicación de su novela “La invención de Morel”; uno de los testigos de la boda fue Jorge Luis Borges.  Los tres, luego pasarían verano tras verano bajo ese cielo diáfano, esas constelaciones y esos árboles de la estancia. Además, por aquella época Bioy escribió un folleto de yogur para La Martona, la empresa láctea de los Casares, su familia materna, el primer elemento de las inmortales colaboraciones con Borges.

“Adolfito”, como sigue siendo conocido para mucha gente del lugar el escritor, menciona expresamente a Pardo en “Encuentro en Rauch”. Esa historia comienza: “El jueves, a las ocho en punto de la mañana, debía presentarme en la estancia de don Juan Pees, en la zona de Pardo, para dejar concluida una venta de hacienda”. Pequeños homenajes del autor de “La aventura de un fotógrafo en La Plata”, que aprovechó la libertad y la paz del lugar para pergeñar muchas de sus obras.

La boda de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Arriba, a la derecha, Jorge Luis Borges.

La boda de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Arriba, a la derecha, Jorge Luis Borges.


Algo de historia

Adolfito no fue el único escritor de su familia. En “Antes del 900”, su padre Adolfo Bioy cuenta historias de la vida rural y los primeros días de Pardo. Los Bioy se instalaron en la zona en 1829, cuando se llamaba “paraje Pardo”. Allí, en su campo, se instaló la primera pulpería en 1835 que funcionó como posta de galeras y carretas hasta 1890. El nombre de su estancia, “Rincón viejo”, data de 1872, cuatro años antes de que arribara el Ferrocarril del Sud. A partir de ese momento Juan Bautista Bioy instaló una proveeduría en una vieja casona que aún se conserva de dos plantas y construida sin ochava.

Más tarde el pueblo floreció y llegó a tener más de 3.500 habitantes. Hoy los pardenses no llegan a 200 y los trenes no se detienen en la estación, pero no es para nada una localidad sin encanto: hay cuatro almacenes, un hotel que en su momento fue un almacén de ramos generales que administró el mismo “Adolfito”, una pizzería, un complejo de permacultura y una capilla convertida en espacio cultural.

Además, desde 2017 hay un proyecto de turismo rural comunitario llamado Pardo Auténtico, en el que trabajan junto a la comunidad, los emprendedores turísticos y la Secretaría de Cultura y Turismo de las Flores.

Un teléfono, un museo

Sobre este pequeño mundo flota todo el tiempo el recuerdo del trío literario que dominaba aquellos veranos pardenses.  Como en el almacén de César Lámaro, que durante mucho tiempo tuvo el único teléfono del pueblo, un aparato “a manija” con el que se pedía la llamada a la operadora para larga distancia, que solía usar Borges para comunicarse con Buenos Aires. Lámaro contó hace años que “mientras esperaba Borges me preguntaba cómo era mi vida, cómo era vivir en el campo, nuestras costumbres”, mientras conversaban los tres con Adolfito y tomaban café.

Pardo tiene, por supuesto, su Museo Adolfo Bioy Casares. Allí se exhiben, entre otros objetos preciosos, la máquina de escribir donde ABC tipeó “La invención de Morel”, publicada el mismo año de su boda y escrita, en su mayor parte, en el pueblo.  El museo se encuentra en la vieja estación del ferrocarril; enfrente se levanta el hotel boutique Casa Bioy, con pisos de pinotea, altos techos y una sala de estar con una gran biblioteca. Como el Paraíso que imaginaba Borges.

La invención de Bioy Casares

Antes de “La invención…”, Bioy Casares había publicado seis libros, hoy absolutamente inhallables, y parece que por una buena razón: eran sencillamente muy malos. Adolfito conoció a Borges y se propuso cambiar su escritura. Así, se encerró un largo período en “Rincón Viejo” -algunos hablan de tres años- y produjo una joya que, a decir de su amigo, tiene una trama de la que “no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”.

En esa novela hay un hombre solo en una isla que deambula entre ruinas y construcciones vacías y que empieza a ver intermitentemente extrañas imágenes, entre las que se destaca la bella Faustine. Tal vez la soledad del protagonista, del que se desconoce su nombre y solo se lo menciona como “el fugitivo”, fue también la soledad de Bioy en el pueblo, en búsqueda de su propia voz.

Ocho décadas después, Pardo es Bioy: su alma y la del pueblo son indivisibles. Pocos lugares en Argentina han quedado tan identificados con un escritor. Se puede pensar, en todo caso, en General Villegas y Manuel Puig, o La Cumbre (Córdoba) y Manuel Mujica Láinez.  Pero el pueblo donde se ven las estrellas más lindas, donde uno se queda con “la mirada absorta en las constelaciones” -frase de “El calamar opta con su tinta”-, siempre será único para los amantes del trío Borges-Bioy Casares-Silvina Ocampo. Ellos peregrinan hasta el kilómetro 220 de la Ruta 3 para contemplar las pequeñas alhajas de su museo y fantasear, por un rato, con ver pasear a los tres escritores por las calles somnolientas.

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El piano de cola, la joya del Salón Rojo

Fue comprado en Francia por la Municipalidad de las Flores en 1912 bajo la intendencia del Dr Domingo Harosteguy.

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(Por Cultura Las Flores) El piano de cola sonó como en sus mejores noches el pasado jueves 11 de Abril cuando el eximio pianista argentino Horacio Lavandera brindó un maravilloso concierto en el Salón Rojo del Palacio Municipal.

Una de las joyas de nuestra ciudad que fue comprado en Francia por la Municipalidad de las Flores en 1912 bajo la intendencia del Dr Domingo Harosteguy.

Fabricado en el país galo en 1903, el piano llegó en barco junto con otro mobiliario que el municipio florense adquirió para vestir de gala la sala, que cuando se construyó el histórico edificio emplazado en la intersección de las avenidas San Martin y Rivadavia, fue hecha para que allí se realicen acontecimientos importantes.

Previo a la actuación de Lavandera que brindó un repertorio, que el próximo 10 de Mayo replicará en Nueva York, el piano fue afinado por Guillermo Bonicelli, un afinador profesional radicado en nuestra ciudad que ante eventos de estas características siempre es contratado por la Dirección de Cultura para que realice su impecable trabajo.

En el libro Nº 45 del Honorable Concejo Deliberante de Las Flores, con fecha 7 de Enero de 1913, en el folio 324, está registrado que se pagaron $ 2.250 para muebles de la intendencia, Concejo Deliberante y adquisición de un piano para el salón de recepciones.

“El piano es de gran cola o de concierto, es de marca  Pleyel, fabricado en Francia en 1903. Tiene dos pedales: un pedal de sostenido y otro de cuerdas cruzadas” es lo que consta en los libros muy bien guardados y custodiados por la profesora Nora Genaro en el Archivo Histórico Municipal.

Una verdadera joya de más de 120 años. Su cuidado, es una buena manera  de honrar nuestro pasado.

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