Patricia Cavallero viajaba con su familia desde La Plata rumbo a sus tan esperadas vacaciones en Bahía Blanca, cuando de repente un evhículo los chocó en una Ruta Nacional Nº3 tapada de neblina. Ahí empezó su calvario, pero encontró en Las Flores «a la gente más solidaria y maravillosa que podría haberme cruzado en la vida».

El día 25 de julio pasado, comenzaban nuestras vacaciones, y el destino nos jugó una mala pasada. Somos de La Plata y viajábamos despacio a Bahia Blanca, íbamos con niñas, y había mal tiempo

El día 25 de julio pasado, comenzaban nuestras vacaciones, y el destino nos jugó una mala pasada. Somo de La Plata y viajábamos despacio a Bahia Blanca, íbamos con niñas, y había mal tiempo cuando un auto se nos cruzó en la ruta y nos chocó de frente, resultando muy lastimados mi sobrina Dolores y mi esposo Rafael. Era un día lluvioso, pero ese momento fue el más oscuro de nuestras vidas.

Asistidos por los Bomberos Voluntarios de Gorchs, fuimos derivados al Hospital Zonal de Las Flores. Allí, nuestras vidas cambiaron para siempre.

Desde las primeras personas que nos auxiliaron en la ruta, una familia de Viedma, una señora que trataba de calmarme ya que mi sobrina y mi esposo habían quedado atrapados y mi sobrina no respondía, un pediatra que me tranquilizó cuando los atendió, un señor de campera roja que rezó conmigo tomándome de las manos, los Bomberos y los enfermeros de la guardia, para mi comenzaba a despertar algo que todavía no puedo describir con palabras.

Encontré en esa ciudad a la gente más generosa y humana que nunca había visto, y no porque no exista.

A veces no nos detenemos a mirar a nuestro alrededor; vivimos el minuto a minuto que la ciudad y la sociedad de hoy nos lleva sin darnos cuenta; el egoísmo y la falta de humanidad de pocos, opaca la bondad, la solidaridad y el amor de muchos hacia el prójimo.
Encontré en Las Flores con la gente más solidaria y maravillosa que podría haberme cruzado en la vida.

La familia Torres que me albergó en su casa, aún sin conocerme y tratándome como una integrante de la familia.

La Señora Elsa Rodriguez y su esposo que me llevaron a la farmacia al escuchar al médico que me recetaba una faja y yo le preguntaba como llegar a la farmacia.

Guillermo Hermigarate, compañero de trabajo, que todos los días nos fue a visitar, y ofrecerme su casa para quedarme.

María Arce, hermana de un amigo, que sin conocerme se acercó a ofrecernos ayuda y también su casa.
A la Señora de Supatto que con su fundación Manos Solidarias me ofreció todo y más también.
A mis compañeras de Sala que me acompañaron, sostuvieron, me hicieron reir, me ayudaron, Mary Gimenez, Gisella Villeres y Susana Martinez, y a la Señora de Giosa e hija que me ofrecieron ayuda cada vez que me vieron.

A Alejandro, el chico de la moto que me hizo unos mandados a las farmacias. Al Señor que estaba internado en la cama del último box, que me saludaba cada vez que pasaba y era la primera carita que veía cuando me despertaba.

Y a todo el personal con el que tuve contacto en el Hospital. Todos los enfermeros de guardia, de los que recuerdo solo el nombre de Silvana y Johana, pero eran más, los radiólogos, que no sé los nombres pero si reconozco y recuerdo sus caras, los Dres. Branchesi, De Franco,Laspiur, Serafini, Blundo, Genusso, las enfermeras de Sala de Cirugía (seguramente me olvido de muchos pero mi cabeza no me ayuda a recordar los nombres y en estos va mi agradecimiento a todos los de la Sala) Viviana, Marian, Marcela, Estelita, Alicia, Jessica, Jony, Migue, Jorgelina Torres de terapia,Gisella, Claudia, a la Señora María del Carmen Ponce de León que con su buena energía sacaba la mejor sonrisa de nosotros, a los chicos de Seguridad, a los que nos traían la comida, a las chicas del Laboratorio, a la Señora del mercadito que me alentó y a todos los que en este momento se me escapan, y a esa ciudad a la que voy a volver, les digo GRACIAS, MIL VECES GRACIAS. Hicieron que mi pesadilla se convirtiera en un sueño sanador, y les robé lo mejor.

Sus corazones, que me colmaron de amor. MIL VECES GRACIAS.

Familia Bartel