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Malvinas: El florense José Luis Dorney guardó los guantes que le regaló una nena en plena guerra y 38 años después la encontró

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Malvinas: El florense José Luis Dorney guardó los guantes que le regaló una nena en plena guerra y 38 años después la encontró

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En 1982 José Luis Dorney hacía el servicio militar en Tandil cuando se desató el conflicto bélico. Fue enviado a Santa Cruz. Un día se cruzó con una niña que se acercó a saludarlo junto a su madre. Al notar que el soldado tenía las manos heladas, la pequeña tuvo un gesto que quedó registrado en una fotografía. Luego de una campaña en redes sociales iniciada por sus compañeros, logró conectarse con ella.

No tenía muy claro qué era una guerra. Pero por lo que veía a su alrededor, Magalí Triviño suponía que no era nada bueno. En 1982 tenía 5 años y vivía con su familia en Puerto San Julián, Santa Cruz. Durante la noche veía a su mamá poner frazadas en las ventanas: había toque de queda y las casas debían permanecer a oscuras. Ella y su hermana se iban a dormir con la ropa puesta, por si pasaba algo y había que salir rápido; el auto también quedaba listo. Conocía los crujidos que provocaba el viento patagónico y todo lo que implicaba vivir en una ciudad–puerto, pero no se podía acostumbrar al ruido persistente de los aviones.

No tenía muy claro qué era el frío. Pero por lo que sintió cuando llegó a la Patagonia, José Luis Dorney se dio cuenta de que se avecinaban tiempos duros. En 1982 tenía 19 años y estaba haciendo el servicio militar obligatorio en la VI Brigada de Tandil, cuando fue uno de los 30 enviados de esa repartición a Puerto San Julián a cumplir tareas de asistencia durante la Guerra de Malvinas. Su mamá, que lo extrañaba en la ciudad Las Flores, provincia de Buenos Aires, le escribía cartas. En una ocasión le mandó una radio y una cámara Kodak, que acompañaba los días del joven soldado mientras hacía guardia con sus colegas, ayudaba en el despliegue de aviones y pasaba algunas noches durmiendo en un gimnasio del pueblo.

Magalí y José Luis se encontraron un día muy frío de 1982: la nena quiso saludarlo a él y a un compañero, sorprendida por ver a esos jóvenes desconocidos que circulaban por las calles de Puerto San Julián. Al darle la mano, notó que el soldado tenía los dedos helados. Entonces, con inocencia, le pidió a su mamá que le diera un par de guantes y una bufanda, que le regaló de inmediato a aquel hombre vestido de verde que acababa de conocer. El momento quedó registrado por la cámara de José Luis, en una foto que él conservó durante 38 años. También guardó cartas, algunos objetos personales y parte del regalo de Magalí: los guantes, casi intactos, son parte todavía hoy de aquel tesoro.

La guerra terminó y el resultado –como en toda guerra– fue doloroso. La historia de “la nena de los guantes” se convirtió en anécdota: todos los años, cuando Dorney y los ex conscriptos de la clase ‘63 que estuvieron en VI Base Aérea de Tandil se encuentran, vuelven una y otra vez a aquellos días y recuerdan la escena. También rememoran los días de la guerra en un grupo de Whatsapp.


Magalí y José Luis hace 38 años. Ella le dio la mano, sintió sus dedos helados y decidió regalarle unos guantes y una bufanda

Hace una semana, un poco cansado del tedio de los días de cuarentena, a Cachilo Vega, uno de los compañeros de brigada de Dorney que se quedó cumpliendo funciones en Tandil, se le ocurrió iniciar una búsqueda: tanto escuchó hablar de aquella historia que decidió que sería un buen momento para dar con esa pequeña que, en medio del frío y la incertidumbre de los días del conflicto bélico, había tenido un gesto conmovedor.

Con ayuda de su hija porque no es muy ducho en cuestiones tecnológicas, como dice, escribió un mensaje en su cuenta de Facebook, comentó esto con sus compañeros, que por su lado también habían hecho algunos intentos fallidos, y tiró la botella al mar. No se imaginó lo que llegaría después: miles de mensajes, un pueblo movilizado y un teléfono.

EL VIAJE

“Yo soy incorporado en la VI Brigada Aérea de Tandil el 5 de enero del ’82. Teníamos poco tiempo de instrucción cuando nos comunican que algunos íbamos a ser trasladados a otro lugar, no sabíamos dónde. Así fue que sacaron de la compañía a 30 soldados y el 27 de abril salimos rumbo a Puerto San Julián. Yo no conocía ese pueblo, como mucho había escuchado hablar de Comodoro Rivadavia. Para todos era todo nuevo”, le cuenta José Luis Dorney a Infobae.

“El primer recuerdo que tengo es el frío, el viento que había en ese momento. Me acuerdo que nos llevaron a un gimnasio municipal. Nosotros fuimos exclusivamente a cuidar los aviones de la Fuerza Aérea, así que un día estábamos de guardia en el aeropuerto, cuidando todo en las pistas y en los hangares, y otro día estábamos en el pueblo. Era intercalado: hacíamos guardia en la terraza del gimnasio y en los alrededores. Y en la costa, claro”, agrega.

Había cumplido 19 años en febrero y nunca se imaginó viajar en esas circunstancias a la Patagonia: “Era un pueblo que estaba militarizado. Estaban todos los soldados de tierra, que eran muchísimos. Y después de Fuerza Aérea, de otras brigadas. Era mucha la gente, soldados por todos lados. En el aeropuerto dormíamos en pozos, que estaban bajo tierra. El día que se llamaba de ‘descanso de guardia’ –que no quiere decir que descansáramos sino que nos daban otras actividades–, hacíamos guardias en el gimnasio del pueblo o nos dedicábamos a otras actividades. Nosotros caminábamos por ahí normalmente, andábamos para todos lados. Nos daban permiso para ir a comprar algo para comer o hablar por teléfono”, señala 38 años después.

Fue en una de esas recorridas que se encontró con Magalí: “Habían pasado varios días que estábamos en Puerto San Julián, yo ya me había comunicado con mi mamá por teléfono. Ella me mandó una radio de las chiquitas y una cámara Kodak, una maquinita muy sencilla. Así que andaba con la camarita para todos lados, me llamaba la atención que había empezado a nevar”.


Dorney conservó durante 38 años varios objetos de los días en Puerto San Julián. Entre los más queridos están los guantes que le regaló Magalí

–¿Qué recuerda del encuentro con aquella nena?

–Íbamos caminando con un compañero, había nevado. Vimos a una nena con la mamá. La mamá se acercó y nos dijo que ella quería hablar con nosotros, saludarnos. Después vimos que la nena hablaba algo con la madre y al rato vino con algo: me dio unos guantes, que los conservé durante 38 años, me los traje escondidos con otras cosas que me dieron en San Julián: un rosario, cartas, fotos de la base y más. Hablando ahora parece que también me dio una bufanda, que yo no me acordaba, pero la tengo puesta en la foto.

“¡NO FUE ALGO TAN GRANDE!”

“En el sur se vivió de una manera muy distinta a como se vivió en el norte o en el centro del país. En otros lugares del país por ahí se vivía con patriotismo, como algo heroico. Pero nosotros en el sur lo vivíamos con angustia. Y a mí me quedó eso. Para ser que tenía 5 años, a mí me quedó esa sensación, eso de que no era una pavada lo que pasaba. Aunque no entendía la magnitud, sí sabía que no era algo bueno”, relata a Infobae desde Comodoro Rivadavia Magalí Triviño, que durante la Guerra de Malvinas vivía con su familia en una casa humilde de Puerto San Julián.

“Era un pueblo chiquito y de golpe y porrazo teníamos mucha gente, teníamos aviones, chicos uniformados con armas por la calle. Se vivía esa atmósfera. Con el tiempo, cada 2 de abril, en la escuela se recordaba eso, cómo habíamos vivido aquellos días. Y yo recordaba que había regalado una bufanda, ¡no me acordaba tanto de los famosos guantes! (risas). Francamente no los tenía en la memoria. Como le dije a José Luis, ¡para mí no fue algo tan grande! Era lo que había que hacer. Si alguien necesitaba algo, había que ayudarlo. La opción no era mirar para el costado. Tenías que ayudar como sea. En casa mi mamá hacía pan casero y tortas fritas y les llevábamos a los soldados.

–¿Qué es lo primero que te viene a la memoria al pensar en esos días?

–Me acuerdo de cosas puntuales. Mi recuerdo era de tapar las ventanas con frazadas. Cuando los bomberos hacían sonar la sirena no podía haber luz, te podían llevar preso. No sabíamos qué podía pasar: nosotros tenemos el gasoducto cerca del pueblo. Los aviones salían de ahí. Y tenemos el mar ahí nomás: vivíamos todo el tiempo como esperando algo. Y notábamos que esos chicos que veíamos por la calle no la estaban pasando bien.

–¿Qué te pasó cuando viste la foto?

–Fue como si alguien te golpeara fuerte la espalda. Yo sabía que era yo, pero en el fondo prefería que no. El tapado era mío, porque mi hermana la que me sigue siempre fue siempre más delicadita y a ella le habían hecho un tapado rojo, con cintas. Y a mí me hicieron esa cosa cuadrada color mostaza de la foto. Fue lindo y también conmovedor ver una imagen de esos años. Porque fotos, más que las del jardín de infantes de la típica con la seño, de esa época no tengo.

–¿Pensaste en estas horas en ese gesto tan conmovedor que tuviste siendo tan chica?

–A mí me da vergüenza y por eso prefería que no se supiera que era yo. Porque no sé, si está en mis posibilidades yo te voy a ayudar. Pero no quiero eso de que te estén preguntando mucho.

LA CUARENTENA Y UNA OPORTUNIDAD

Cachilo Vega –todo el mundo lo conoce así en Norberto de la Riestra, un pequeño pueblo bonaerense del partido de 25 de Mayo y a él nunca le gustó el nombre que figura en su documento– se retiró hace seis meses de la policía, después de trabajar allí por más de 30 años.

“Como todo soldado, siempre uno tiene una anécdota o algo para contar. Cuando nosotros hacemos los encuentros en Tandil, en un momento José Luis contó lo de la nena y los guantes. Y me quedó eso dando vueltas. Con todo esto de la pandemia, que hay que quedarse en casa, uno un poco aburrido dije: ¿’Qué puedo hacer?’. Entonces hablo con él y le pido que me pase la foto. Me dio una mano mi hija, escribimos en Facebook, pusimos la imagen y al toque empezaron a pedirme solicitud de amistad personas de San Julián y de todos lados”, le cuenta por teléfono a Infobae.

FUENTE: INFOBAE

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Consejo Escolar: Cobertura de un cargo de auxiliar

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La Comisión Distrital conformada por el Cuerpo de Consejeros Escolares y representantes de los gremios de la ciudad de Las Flores, informa a los interesados, inscriptos en el Listado de Aspirantes 2024, que el día Lunes 6 de Mayo de 2024 a las 18:00 hs,en la sede de la Escuela Primaria Nº1 se procederá a la cobertura de 1(un) cargo de personal de servicio surgidas por cese Jbilatorio.

Deberán presentarse con Documento Nacional de Identidad.

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Aumento de la nafta y el gasoil: cómo quedan los nuevos precios tras la suba en Las Flores

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En Las Flores, un nuevo aumento del precio de la nafta está generando preocupación entre los conductores. A partir de mayo, el costo por litro de nafta súper de YPF ha alcanzado los $1020, lo que representa un incremento del 4%. Esta subida también se refleja en otros combustibles: la nafta premium se sitúa en $1220, el gasoil en $1067 y el diésel premium en $1245.

Este aumento se atribuye principalmente al traslado de la devaluación mensual del peso frente al dólar, que ha sido del 2%, y a la recuperación de márgenes por parte de las empresas refinadoras.

Los conductores expresan su preocupación por el impacto que esta subida tendrá en sus bolsillos, especialmente en un contexto económico ya complicado. Muchos se ven obligados a ajustar sus presupuestos y reconsiderar sus gastos para hacer frente a este nuevo incremento en el costo de vida.

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“Debemos continuar trabajando en conjunto, no hay libertad si no hay solidaridad»

El intendente Alberto Gelené brindó su mensaje en el Acto Conmemorativo por el Día Internacional de los Trabajadores.

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En nuestra ciudad el Acto Protocolar por el Día Internacional de los Trabajadores se llevó a cabo en la Plazoleta del Barrio Empleados de Comercio.

Luego del Himno y la colocación de una ofrenda floral al pie de la ermita de San José Obrero, se dio lugar a los discursos alusivos a este 1° de mayo.

Mirta Prazsak – presidente de la Comisión Vecinal – destacó a través de un relato ficticio, la importancia de cada trabajador por sus virtudes y no por sus defectos, donde el rol de cada uno es importante para lograr un todo, aun a pesar de las circunstancias difíciles.

A su turno, Carla Estabillo y Hernán Patronelli, referentes de la CGT a nivel regional y local, enfatizaron en sus mensajes que “nuestra historia es seguir, luchar, caer y levantarse” y que “solamente en la unión del pueblo trabajador, está la fuerza que se necesita para resistir”.
En el momento de la invocación religiosa, el Cura Párroco Eduardo Campion, pidió a Dios que no falte el trabajo digno y honesto y llamó a la unidad y al consenso.

Por su parte, el intendente Alberto Gelené en su discurso, con preocupación por las medidas que se toman desde el gobierno nacional y la reciente media sanción de la llamada “Ley de Bases”, subrayó que no se puede permitir que se siga denostando a la historia de nuestro país tan fácilmente y puntualizó que “no podemos olvidarnos de lo construido en conjunto para felicidad, para los derechos y la dignidad de los que habitamos esta tierra. Y eso tiene que continuar, no hay libertad si no hay solidaridad”.

En el marco de la conmemoración, se reconoció a trabajadores destacados de la comunidad: a Blanca María Ponce, peluquera del barrio con 60 años de desempeño en su profesión y al grupo de operarios del Taller Protegido ALMA. Con sentida emoción, recibieron presentes y el saludo de las autoridades

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