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Buscan cumplir sus sueños en la moda y promueven la sustentabilidad

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Buscan cumplir sus sueños en la moda y promueven la sustentabilidad

Las integrantes del Centro Cultural y de Diseño «Mujeres Rurales» de Las Flores mostró sus creaciones en Costanera Sur junto a otros destacados diseñadores y modelos, en el marco del Congreso Iberolatinoamericano de Diseño.

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Mujeres que luchan por cumplir sus sueños en el mundo de la moda y promueven la sustentabilidad desde la ciudad bonaerense de Las Flores y sus alrededores rurales, mostraron sus diseños y modelaron sus creaciones en Costanera Sur junto a otros destacados diseñadores y modelos, en el marco del cóctel de cierre del segundo Congreso Iberolatinoamericano de Diseño que tuvo lugar esta semana organizado por la Cámara Argentina de la Moda.

El sol caía mientras decenas de diseñadores, diseñadoras y sus modelos, iban subiendo a la terraza del salón de eventos Brisas del Plata, ubicado frente a la reserva ecológica de la ciudad de Buenos Aires, donde, con un clima de temperatura afable enmarcado por el verdor de los árboles tupidos, se dio inicio al cóctel realizado el jueves pasado.

Modelos hombres y mujeres de cuerpos esbeltos vistieron diseños de colores estridentes, sombreros llamativos, texturas y combinaciones únicas, que cada diseñador eligió como «las más representativas» de sus colecciones, y se desplazaban por la terraza siguiendo el ritmo de la melodía bossa nova que un saxofonista tocaba en vivo, cuidando cada pose y luciendo con despliegue los vestidos que los flashes intentaban helar.

Entre las pasadas fashionistas que marcaron su presencia con estilo y creatividad estuvieron las mujeres integrantes del Centro Cultural y de Diseño (CCD) «Mujeres Rurales» de Las Flores, una iniciativa de la diseñadora y docente -de trayectoria en alta costura junto a Roberto Piazza- Andrea Izzo-Capella.

«Las Flores -ubicada a 190 km de la CABA- es una ciudad pequeña en medio del campo», resumió a Télam Antonella Bagliani Pilatti (31), quien integra el CCD, vive en esa ciudad y viajó hasta Costanera Sur para mostrar uno de sus diseños y alimentar sus sueños de experiencias.

La estudiante de Izzo Capella se destaca por su trabajo artesanal, el bordado y la pintura sobre prendas, muchas de ellas recicladas.

«Lo de reutilizar las prendas lo empecé a hacer en pandemia porque me quedé sin trabajo -como moza en un restaurante- y me di cuenta que reciclar es una fuente de trabajo hermosa e inagotable», expresó la joven.

El vestido de su autoría fue uno compuesto por un body color rojo que por encima llevaba una camisa blanca larga con transparencias bordada con flores rojas y canutillos.

«Hoy me siento muy honrada de poder participar de este evento», dijo la diseñadora mientras le tomaba fotos a la modelo que vestía su trabajo y agregó a Télam: «Sueño con entrar al mundo de la moda, sé que es muy competitivo y hay que ser muy innovadora, yo todavía me estoy buscando, pero lo llevo en la sangre».

Otra de las integrantes del CCD que se formó con Izzo-Capella y estuvo presente con un diseño en el cóctel fue Silvina Contreras (50), quien lleva una vida nómada entre el campo ubicado en el Paraje Retiro a 60 km de Las Flores y esta ciudad, tiene seis hijas y dos hijos; y también es abuela de ocho nietos.

Junto a su pareja, en el campo, Silvina cría cerdos y vacunos, siembra, hace leña, y mantiene una huerta, entre otras tareas.

Además, es considerada por sus compañeras como una «jugadora de toda la cancha» porque diseña, es modista, asiste a las modelos en pasarela y las acompaña a donde vayan, dedicada con pasión a cada detalle.

«Nuestros papás y abuelos nos transmitieron ciertos patrones como al ser las mujeres de la casa, criar los hijos, hay que ‘dejar de lado nuestros sueños para y por otro’, pero para mi, que soy mamá de una familia numerosa, eso ya se terminó, aunque sea ‘la revelada’, quiero ver las cosas desde otro punto de vista y acompañar a las chicas -del CCV- que tienen mucho empuje, garra y unas ganas de hacer tantas cosas, y transmitir eso a mis hijas», dijo a Télam la mujer.

El diseño de Silvina fue modelado por Tamara Varela Loustaunau (22), que vive en el centro de Las Flores junto a su familia, y viajó junto a su madre -otra de las modelos del cóctel- Maria Claudia «Cay» Loustaunau (58).

En las Flores, María Claudia, quien hoy está jubilada como maestra jardinera, durante toda su vida soñó con ser modelo y parte del mundo del diseño, un deseo que hasta ahora no había tenido la posibilidad de cumplir.

«En el CCD me dieron la posibilidad de hacer esto que me gusta y mostrar que señoras de mi edad también podemos estar en la pasarela y que nunca es tarde para lograr los objetivos y las cosas que nos quedaron en el tintero», dijo la mujer a Télam mientras iba camino a ser fotografiada con un vestido con bordados negro y rojo cruzado en su escote.

Por su parte, su hija también contó que ella tuvo la posibilidad de venir a la capital a estudiar modelaje en la academia de la ex modelo Anamá Ferreyra y que su sueño es ser modelo de alta costura, pero se le hace «difícil» por su altura. Sin embargo, gracias a integrar el centro cultural «puedo desfilar igual los diseños, aún siendo más baja», dijo agradecida.

Durante el coctel, Tamara modeló un vestido largo rojo y negro que se destacó por su cola con volados de aires flamencos y un cuello de tipo cortesano mientras lucía su espalda al descubierto y al frente un trabajo bordado.

«Para modelar es clave estar siempre derecha pero floja, no robotizada», concluyó Tamara sobre algunos de los tips que aprendió durante su carrera y junto a Marion Richard (38), una de las docentes de modelaje del centro cultural.

«La gran mayoría de las chicas de Las Flores no pueden viajar e instalarse en otro lado para aprender lo que hacemos en el centro cultural, por cuestiones económicas, y nos gustaría que todas tengan la posibilidad de probar y aprender y contar con alguien que las ayude», dijo Richard a Télam.

El CCD está conformado por unas 18 mujeres en total y el pasado 15 de octubre, el día de la mujer rural, inauguraron su lugar de trabajo y formación como diseñadoras, modelos, modistas, bordadoras, entre otras especialidades, en Las Flores.

«Me gustaría que con este proyecto estemos más cerca del slow made, cuando yo enseño a fieltrar lana como hacemos en el CCD estoy enseñando a hacer un textil, y así estamos más cerca de tener una soberanía en indumentaria», señaló Izzo-Capella.

El movimiento Slow Made nació en Francia fue fundado por Marc Bayard, quien participó del segundo Congreso, y promueve los oficios creativos basados en la investigación, el gesto, la práctica sustentable, la transmisión de saberes, el fomento de la compra responsable y el precio justo.

«Tengo 60 años, profesionalmente ya cumplí muchos roles y actividades, hoy mi función es abrirle el camino a ellas», concluyó la fundadora.

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Suelta de libros colectiva en la biblioteca municipal «Dr. Pablo Minellono»

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La Biblioteca Pública Municipal Dr. Pablo Minellono se adhiere a la “2º Suelta de Libros Colectiva de las Bibliotecas Argentinas» que se realiza esta semana, con motivo del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor.

Esta actividad conjunta tiene como finalidad promover la lectura, la circulación literaria y la generación de nuevos lectores, así como también la difusión de las bibliotecas.

Durante todo el día martes 23, se puede retirar un libro gratis de la puerta de la Biblioteca, Av. Gral. Paz y Alem. Te esperamos.

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Pardo, el pueblo donde Adolfo Bioy Casares encontró su propia voz

La familia del escritor tenía una estancia en la localidad. Allí solían pasar los veranos Bioy, su esposa Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges. Y en el pueblo fueron escritas varias joyas de la literatura argentina, entre ellas, “La invención de Morel” (1940).

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(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB). Dicen que el cielo de Pardo es el más limpio de la provincia de Buenos Aires y que de noche se ven las mejores estrellas. Seguramente en ese cielo estaba pensando Adolfo Bioy Casares cuando escribió “El calamar opta por su tinta”, en el que un bagre extraterrestre cae de visita en un pueblo que no parece tan distinto a ese del partido de Las Flores donde la familia Bioy Casares tenía su estancia “Rincón Viejo”.  Ese Pardo en donde Adolfo se casó con Silvina Ocampo en 1940, el año de la publicación de su novela “La invención de Morel”; uno de los testigos de la boda fue Jorge Luis Borges.  Los tres, luego pasarían verano tras verano bajo ese cielo diáfano, esas constelaciones y esos árboles de la estancia. Además, por aquella época Bioy escribió un folleto de yogur para La Martona, la empresa láctea de los Casares, su familia materna, el primer elemento de las inmortales colaboraciones con Borges.

“Adolfito”, como sigue siendo conocido para mucha gente del lugar el escritor, menciona expresamente a Pardo en “Encuentro en Rauch”. Esa historia comienza: “El jueves, a las ocho en punto de la mañana, debía presentarme en la estancia de don Juan Pees, en la zona de Pardo, para dejar concluida una venta de hacienda”. Pequeños homenajes del autor de “La aventura de un fotógrafo en La Plata”, que aprovechó la libertad y la paz del lugar para pergeñar muchas de sus obras.

La boda de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Arriba, a la derecha, Jorge Luis Borges.

La boda de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Arriba, a la derecha, Jorge Luis Borges.


Algo de historia

Adolfito no fue el único escritor de su familia. En “Antes del 900”, su padre Adolfo Bioy cuenta historias de la vida rural y los primeros días de Pardo. Los Bioy se instalaron en la zona en 1829, cuando se llamaba “paraje Pardo”. Allí, en su campo, se instaló la primera pulpería en 1835 que funcionó como posta de galeras y carretas hasta 1890. El nombre de su estancia, “Rincón viejo”, data de 1872, cuatro años antes de que arribara el Ferrocarril del Sud. A partir de ese momento Juan Bautista Bioy instaló una proveeduría en una vieja casona que aún se conserva de dos plantas y construida sin ochava.

Más tarde el pueblo floreció y llegó a tener más de 3.500 habitantes. Hoy los pardenses no llegan a 200 y los trenes no se detienen en la estación, pero no es para nada una localidad sin encanto: hay cuatro almacenes, un hotel que en su momento fue un almacén de ramos generales que administró el mismo “Adolfito”, una pizzería, un complejo de permacultura y una capilla convertida en espacio cultural.

Además, desde 2017 hay un proyecto de turismo rural comunitario llamado Pardo Auténtico, en el que trabajan junto a la comunidad, los emprendedores turísticos y la Secretaría de Cultura y Turismo de las Flores.

Un teléfono, un museo

Sobre este pequeño mundo flota todo el tiempo el recuerdo del trío literario que dominaba aquellos veranos pardenses.  Como en el almacén de César Lámaro, que durante mucho tiempo tuvo el único teléfono del pueblo, un aparato “a manija” con el que se pedía la llamada a la operadora para larga distancia, que solía usar Borges para comunicarse con Buenos Aires. Lámaro contó hace años que “mientras esperaba Borges me preguntaba cómo era mi vida, cómo era vivir en el campo, nuestras costumbres”, mientras conversaban los tres con Adolfito y tomaban café.

Pardo tiene, por supuesto, su Museo Adolfo Bioy Casares. Allí se exhiben, entre otros objetos preciosos, la máquina de escribir donde ABC tipeó “La invención de Morel”, publicada el mismo año de su boda y escrita, en su mayor parte, en el pueblo.  El museo se encuentra en la vieja estación del ferrocarril; enfrente se levanta el hotel boutique Casa Bioy, con pisos de pinotea, altos techos y una sala de estar con una gran biblioteca. Como el Paraíso que imaginaba Borges.

La invención de Bioy Casares

Antes de “La invención…”, Bioy Casares había publicado seis libros, hoy absolutamente inhallables, y parece que por una buena razón: eran sencillamente muy malos. Adolfito conoció a Borges y se propuso cambiar su escritura. Así, se encerró un largo período en “Rincón Viejo” -algunos hablan de tres años- y produjo una joya que, a decir de su amigo, tiene una trama de la que “no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”.

En esa novela hay un hombre solo en una isla que deambula entre ruinas y construcciones vacías y que empieza a ver intermitentemente extrañas imágenes, entre las que se destaca la bella Faustine. Tal vez la soledad del protagonista, del que se desconoce su nombre y solo se lo menciona como “el fugitivo”, fue también la soledad de Bioy en el pueblo, en búsqueda de su propia voz.

Ocho décadas después, Pardo es Bioy: su alma y la del pueblo son indivisibles. Pocos lugares en Argentina han quedado tan identificados con un escritor. Se puede pensar, en todo caso, en General Villegas y Manuel Puig, o La Cumbre (Córdoba) y Manuel Mujica Láinez.  Pero el pueblo donde se ven las estrellas más lindas, donde uno se queda con “la mirada absorta en las constelaciones” -frase de “El calamar opta con su tinta”-, siempre será único para los amantes del trío Borges-Bioy Casares-Silvina Ocampo. Ellos peregrinan hasta el kilómetro 220 de la Ruta 3 para contemplar las pequeñas alhajas de su museo y fantasear, por un rato, con ver pasear a los tres escritores por las calles somnolientas.

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El piano de cola, la joya del Salón Rojo

Fue comprado en Francia por la Municipalidad de las Flores en 1912 bajo la intendencia del Dr Domingo Harosteguy.

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(Por Cultura Las Flores) El piano de cola sonó como en sus mejores noches el pasado jueves 11 de Abril cuando el eximio pianista argentino Horacio Lavandera brindó un maravilloso concierto en el Salón Rojo del Palacio Municipal.

Una de las joyas de nuestra ciudad que fue comprado en Francia por la Municipalidad de las Flores en 1912 bajo la intendencia del Dr Domingo Harosteguy.

Fabricado en el país galo en 1903, el piano llegó en barco junto con otro mobiliario que el municipio florense adquirió para vestir de gala la sala, que cuando se construyó el histórico edificio emplazado en la intersección de las avenidas San Martin y Rivadavia, fue hecha para que allí se realicen acontecimientos importantes.

Previo a la actuación de Lavandera que brindó un repertorio, que el próximo 10 de Mayo replicará en Nueva York, el piano fue afinado por Guillermo Bonicelli, un afinador profesional radicado en nuestra ciudad que ante eventos de estas características siempre es contratado por la Dirección de Cultura para que realice su impecable trabajo.

En el libro Nº 45 del Honorable Concejo Deliberante de Las Flores, con fecha 7 de Enero de 1913, en el folio 324, está registrado que se pagaron $ 2.250 para muebles de la intendencia, Concejo Deliberante y adquisición de un piano para el salón de recepciones.

“El piano es de gran cola o de concierto, es de marca  Pleyel, fabricado en Francia en 1903. Tiene dos pedales: un pedal de sostenido y otro de cuerdas cruzadas” es lo que consta en los libros muy bien guardados y custodiados por la profesora Nora Genaro en el Archivo Histórico Municipal.

Una verdadera joya de más de 120 años. Su cuidado, es una buena manera  de honrar nuestro pasado.

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